Surge el impresionismo
Desde el siglo XIX, el ambiente artístico en París se organizaba alrededor de la Escuela de Bellas Artes, que incluso imponía las normas estéticas que se evaluaban en la posterior elección de las obras que fueran expuestas en el Salón Nacional. Toda propuesta distinta, quedaba excluida y condenada al aislamiento.
"Almuerzo sobre la hierba", Édouard Manet |
En el año 1863, una situación extrema se produjo cuando el Salón rechazó cerca de 4000 obras. El emperador decidió que las pinturas rechazadas podían ser expuestas en lo que se llamó el Salón de los rechazados. Manet, uno de los rechazados, expuso allí Almuerzo sobre la hierba, que provocó la hostilidad de los críticos conservadores.
En 1872 se organizó la primera exposición de pintores rechazados, que no tuvo éxito comercial. Sin embargo, entre estos artistas iba surgiendo una conciencia de grupo que los llevaría a formar la Société Anonyme des artists para realizar exposiciones colectivas.
Del 15 de abril al 15 de mayo de 1874, este grupo de pintores parisinos organiza una exhibición pública de sus obras, paralela al Salón Nacional, en la casa del fotógrafo Nadar. Esta muestra daría pie al crítico Louis Leroy a escribir en la revista satírica Le Charivari, para ridiculizar a Claude Monet y su cuadro Impresión, sol naciente las siguientes palabras: "¿Impresión?.., ya lo decía yo. Puesto que estoy tan impresionado, es que ahí debe haber impresión... Y ¡qué libertad, qué maestría en la técnica! El papel de la pared en estado embrionario está mejor pintado que esa pintura". De este juego de palabras, tan simple como hiriente, nacería el término impresionista.
El Impresionismo puede considerarse como una nueva forma de pintar, como "un sistema de pintura que consiste en reproducir pura y simplemente la impresión, tal como ha sido percibida realmente". Para el artista impresionista, pues, es vital el mundo de las sensaciones, su arte es algo instintivo y visual.
Esa visión va a estar sometida en este caso a las constantes variaciones lumínicas, hasta tal punto que la luz llegó a ser el principal protagonista del cuadro. Trabajar al aire libre resulta así imprescindible para que el artista pueda recoger la impresión fugaz del paso de la luz, siempre cambiante, sobre las figuras y objetos. Esta suerte de fenómeno es lo que llevaría a determinados pintores, y con especial énfasis a Claude Monet, a realizar series de un mismo escenario, de modo que pueda ser presentado bajo la variedad de matices luminosos que se generan desde la salida del sol hasta su puesta. De esta manera, los impresionistas ya no van a representar las formas y a emplear los colores como creen que debe hacerse, sino tal como los ven bajo la acción directa de la luz.
Círculo cromático de Michel Eugène Chevreul |
Esta es la razón de que abandonaran algunos principios tradicionales de la pintura, como el dibujo. Para precisar la forma y el volumen les basta la aplicación directa del color, a base de toques fragmentados de tonos puros y yuxtapuestos entre sí. La pincelada es suelta, de pequeños toques en forma de coma, una característica que va a ser la definidora de su estilo. Los pintores impresionistas también abandonaron el claroscuro y los contrastes violentos. Eliminaron así de su paleta los negros, los grises y los marrones, para volcarse en los azules, los verdes, los amarillos, los naranjas, los rojos y los violetas. En ocasiones, aprovecharían las teorías que en materia de color elaboraron renombrados físicos como Chevreul (1839), Helmholtz (1878) y Rood (1881).
Los impresionistas abandonaron, pues, los convencionalismos y pintaban las cosas tal como las veían. Como escribiera el poeta Jules Laforgue en su "Miscelánea póstuma" (1903): "El ojo impresionista es, dentro de la evolución humana, el ojo más avanzado, aquel que hasta aquí ha copiado y reproducido las combinaciones de matices más complicadas que se conocen".